Las furias by John Connolly

Las furias by John Connolly

autor:John Connolly [Connolly, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-04T00:00:00+00:00


* * *

Detuve el coche delante de la casita de Ambar Strange. Vi luz en el interior, pero las cortinas estaban echadas. El jeep de Will Quinn estaba aparcado en la entrada, así como el Toyota rojo de Ambar y el viejo Buick de Dolors. Llamé al timbre, pero no abrió nadie. Detrás de mí, un Audi negro paró ante la acera. De él salieron Louis y Angel.

Y dentro de la casa de Ambar Strange comenzó el tiroteo.

71

Tirar una puerta abajo cuesta lo suyo, incluso sin una conmoción cerebral leve, así que dejé que Louis se encargase de ello. Angel, pistola en mano, ya corría hacia la parte de atrás de la casa. La puerta cedió por fin, pero no me precipité al interior de la casa, porque ese era un modo estupendo de convertirme en hombre muerto y los disparos habían sonado como si procedieran de dos armas de fuego distintas. En vez de eso, me asomé con cuidado por el quicio de la puerta para ver la amplia zona de estar de Ambar Strange. Will Quinn yacía junto a la chimenea iluminado por las llamas. No vi que estuviera herido por ningún lado, pero tenía los ojos abiertos y se movía. Dolors Strange se encontraba arrodillada a su lado, mientras Ambar estaba de pie en el centro de la habitación con una pistola en las manos, con el cañón apuntando hacia la cocina y la puerta trasera abierta. La pistola temblaba porque Ambar temblaba.

—Ambar —dije—, no dispares. Soy Parker. Tengo dos colegas conmigo, uno está en la parte trasera de la casa. Tampoco les dispares.

Se volvió hacia mí y la pistola giró con ella. Volví a protegerme tras el marco de la puerta.

—Baja la pistola, Ambar —pedí—, por favor.

—Ambar, haz lo que dice el señor Parker —le indicó Dolors—. Ya se ha ido.

Me arriesgué a echar otra ojeada. Ambar, aturdida, empezaba a bajar la pistola lentamente. Caminé hacia ella y le quité con cuidado el arma de las manos. Era una 9 mm Springfield modelo XD, un arma cómoda para una mujer, con poco retroceso y una amplia distancia entre las miras. Con solo que hubiera practicado un poco, era probable que le hubiera acertado a quienquiera que hubiera apuntado dentro de su propia casa.

—¿Kepler? —pregunté.

Ambar no respondió, pero su hermana sí lo hizo.

—Ambar le disparó —dijo Dolors—. Todo el suelo de la cocina está cubierto de sangre.

—¿Está armado?

—Tiene un revólver. Lo ha disparado, pero para entonces ya le habíamos herido. No sé adónde han ido a parar sus balas, pero no nos han alcanzado a ninguno de nosotros.

—¿Qué le pasa a Will?

—Creo que ha sufrido un ataque al corazón.

En la sala flotaba un olor acre que no supe identificar. Me pareció que venía de la chimenea, pero en ese momento no podía pararme a pensar en ello.

—Llamad a una ambulancia —les dije, y me dirigí hacia la puerta de la cocina sin despegarme de la pared; no quería ser una diana fácil para Kepler. Dolors tenía razón: Ambar le había herido.



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